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domingo, 7 de agosto de 2011

Corrigiendo...

Decía Chéjov: "Saber escribir es saber tachar".


Y sabido es que no resulta la tarea más grata ni fácil la revisión del texto propio, tomar la distancia, hacer el tiempo, ver y cuestionarse los detalles. Sin embargo, es un paso necesario.

Una buena anécdota al respecto es la que cuenta Abelardo Castillo en su libro "Ser escritor". Tenía 17 años cuando le llevó un texto a un profesor para que lo aconsejara. Entusiasmado, leyó el comienzo:
"Por el sendero venía avanzando el viejecillo..."
Pero el profesor lo interrumpió para decir:
- ¿Por qué "sendero" y no "camino"?, ¿por qué "avanzando" y no "caminando"?; en el caso de que dejáramos la palabra "sendero", ¿por qué "el" viejecillo y no "un" viejecillo?, ya que aún no conocíamos al personaje; ¿por qué "viejecillo" y no "viejecito", "viejito", "anciano" o simplemente "viejo"? Y sobre todo: ¿por qué no escribió sencillamente que "el viejecillo venía avanzando por el sendero", que es el orden lógico de la frase?
- Bueno, señor, porque ése es mi estilo -dijo Castillo.
- Antes de tener estilo, hay que aprender a escribir -respondió el profesor.

Dice Marcelo Di Marco en sus consejos a nuevos escritores que "una eficaz tarea de revisión requiere de un espíritu abierto a... resignarse a resignar".

Gustave Flaubert, considerado un obsesivo corrector de sus obras, repetía: "La prosa nunca se termina".

Y a pesar de lo tediosa que puede resultar la tarea, en palabras de Liliana Heker, esto es parte de  "lo maravilloso de la literatura. Nos da una oportunidad que no nos da la vida: podemos corregirla".